Alejandra,
tanto y tanto
le pidió tu voz
a las palabras:
una lámpara
buena para el rito
en la más honda
catedral de la noche
la perdida inocencia
la esquiva migaja
de oro en el lejano
banquete de los otros
el poema final
como el gesto
que acaso conjure
aquel antiguo terror
al espejo de dos
al espejo vacío
el acto final
de escritura
la raya de sangre
contra el muro
blanco de los días
Alejandra
Alejandra!
Las palabras
más amadas
hoy regresan por ti
en la ronda gris
de la niña que fuiste
en la memoria
del padre y sus ojos
azules, en la íntima
sombra de las cartas
Una tarde como ésta
de viento y de lluvia
en que el llanto mismo
evoca del tiempo
para siempre
tu nombre
entre los nombres
en Tablada.
Alejandro Drewes
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