Estrella Morente | Ay, Maricruz!
Imperio Argentina - ¡Ay, Maricruz! (1935)
Estrella Morente | Ay, Maricruz!
Imperio Argentina - ¡Ay, Maricruz! (1935)
la saeta por ot y antonio canales
sf
2023
Se está durmiendo ya la Luna
Y sí, creo que a fin de cuentas merecemos ir
Lo mejor de todo en esta vida, vive
(Navegando a la deriva)
Letra Jacob Gurevitsch
2024
En este último taller de julio en Madrid, un escritor sapientísimo, que por eso era el maestro, corregía nuestros escritos con la punta de una aguja.
De suerte pasé tan inadvertida que, sin saber mi nombre, jamás llegará a este breve texto.
Todos obedecíamos a las sagradas consignas, que nos arriesgaban en vértigo a escribir una rima, emulando Cervantes, Bécquer o Juan Ramón.
Mi latinoamericana inesperanza, no puso demasiadas expectativas en los resultados, ya que mi poesía dirigida nunca encuentra un camino. Tan pequeñas mis palabras, se retiran automáticamente cuando advierten una premisa, orden o parecido. Tan tímidas jamás osarían andar exponiéndose. Se callan. Como las conozco, no las fuerzo demasiado.
Pero los demás compañeros, especialmente las niñas, vieron desesperadamente hundirse los sueños de poeta. Aún recuerdo la carita de hundimiento de una de ellas, cuando el sapientísimo le dijo que lo que había escrito no era poesía."La luna brilla en la vereda, vereda que brilla en la noche, la luna. Y yo la miro desde la vereda."
Dios, cómo sostener aquella angustia durante las dos horas del taller. Entonces que es poesía dijo ella, que no tenía 15 años.
Todos hicimos silencio como si de un funeral se tratara. Cómo cerrar aquella herida. En sus ojos se veían las sombras cruzar una a una como temporales, tratando de mantener en el tiempo una compostura.
Los demás pudieron ir zafando entre románticos versos a la amada ausente, desesperados versos de amor incorregible.
Yo no recuerdo lo que pude escribir, pero sonaba casi como un canto, una oración, cómo sería de mala que ni la recuerdo.
Luego de tales humillaciones públicas, él impartió una especie de decálogo de escritura y me quedó vibrando hasta hoy la observación acerca de que el lector debe entender lo que dice el poema, a qué refiere. Que si hay que explicarlo entonces no es poema.
Tales premisas resonaron hondamente, pensé en mi amado Paul Celán, perecería nuevamente sobre el Sena.
Diosmío estos nuevos talleres llevan a ningún puerto.
sf
sf
2013
Hiperión o el Eremita en Grecia (Fragmentos)
SALMO /PSALM
Paul Celan: Die Niemandsrose / La Rosa de Nadie. S. Fischer Verlag, Frankfurt
am Main, 1963.
Nadie nos ha de amasar de nuevo de tierra y arcilla,
nadie ha de bendecir nuestro polvo.
Nadie.
Alabado seas tú, Nadie.
Para amarte queremos
florecer.
Hacia
Ti.
Una Nada
fuimos, somos y seremos
floreciendo siempre
la Rosa de Nada,
la Rosa de Nadie.
Con
el alma clara del pistilo
con el estambre de un cielo yermo,
roja corola
de palabra púrpura que cantamos
oh sobre
el espino.
ALLEGRO/ ALLEGRO
Tomas Gösta Transtrømer: Den halvfärdiga himlen/ El cielo a medio hacer. Bonniers,
Estocolmo, 1962
Tocando Haydn tras un negro día
puedo sentir un calor suave en las manos.
Deseo de teclas. Suave martilleo.
Verde sonido, viviente y tranquilo.
Y dice: existe la libertad
y no rinde tributo al emperador.
Pongo las manos en mis bolsillos-Haydn
como quien mirara el mundo con calma.
Izo la enseña de Haydn - significa:
“No nos rendimos. Pero queremos paz.”
Música, domo de cristal de ladera
allí donde vuelan y ruedan las piedras.
Y aún están rodando las piedras
pero el cristal sigue entero.
Prólogo a la tercera edición
En la tarde del 29 de julio de 2000 el Dr. René G. Favaloro se quita la vida. A las pocas horas del suicidio entraba a su departamento. A las 19:30 de ese día realicé la conferencia de prensa en la puerta de la clínica para informar a periodistas de diversos medios nacionales y extranjeros. Al mes renuncié a la Fundación. La carta documento se hizo pública. Han pasado veintitrés años de esa tragedia. Las nuevas generaciones desconocen quién fue éste médico que cambió la cardiología mundial, que luchó denodadamente por un país mejor, que trajinó día y noche para combatir la corrupción, la demagogia o los caballeros con chalecos y miradas arrogantes. Su nombre lo leemos en el panteón de los grandes médicos de la humanidad. Un ser honesto en un medio hostil, adverso. (Recordemos: Premio Gairdner de Canadá Luis Federico Leloir, César Milstein, René Favaloro). Fue un hombre ético que creyó en utopías. No llegó a advertir que la sociedad se trastocaba notablemente. Cuando fue consiente de aquello que lo rodeaba tomó la decisión. Tal vez contradictorio, complejo sin duda. Pero al decir de Camus: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio”.
Desde su muerte Argentina cayó en la oquedad, en rostros insustanciales, en una mediocridad insultante. Crece el analfabetismo, el chantaje moral e ideológico aparece en cada esquina, en cada institución. Todo se ha impregnado de crímenes, delitos, robos, símbolos hueros; la fábrica de pobres no tiene límite. La decadencia forma parte de esta cultura medieval-feudal. La obsesión por los muertos, el cinismo, los rituales plenos de barbarie, el paternalismo, la vocinglería política cubre la vida cotidiana. Y el hambre y la desocupación. El dogma – como todo dogma – parece irrefrenable. O tal vez no, en veinte o treinta años estamos hablando de otro país, de una sociedad renovada. Hoy no, ni mañana tampoco.
Cuando escribí este libro el dolor y la angustia me invadieron. Recordaba su voz, sus gestos, su mirada. Recordaba fotografías de ambos en conferencias suyas, en su escritorio o en presentaciones de mis libros de poemas. Evocaba los tiempos de amistad, de intimidad, de trabajo, de lecturas, de proyectos. Muchos años compartiendo confesiones, elaborando ideas, concretando cosas imposibles en un país que lentamente se desmoronaba. También evocaba risas, comidas, anécdotas de nuestras historias, de nuestras familias. Hablábamos de fútbol, de escritores, de científicos, de nuestras madres, del cine italiano, de mujeres. Preocupado siempre por la indigencia, la educación y la salud. Cuando escribí este libro pensé que era una forma de reseñar ideas, conductas de un hombre que creía en la libertad, que aspiraba a un país sanmartiniano, un país como soñaron Sarmiento o Alberdi. Reitero, un ser noble e intenso.
Esta tercera edición, con algunas páginas inéditas, pienso que es un intento de recuperar esperanza. Esperanza de sus convicciones, de sus certezas. El desenlace del querido amigo tiene varios derroteros. El libro, entre otras cosas, emplaza senderos, susurros, indicaciones para el lector atento. Aproximo a la memoria una cita de Unamuno, autor que ambos admirábamos y discutíamos. “Hay que sentir el pensamiento y pensar el sentimiento”.
Carlos Penelas
Buenos Aires, enero de 2024
AD
Alejandro Drewes