Fragmento
El fin de la escritura está más allá de la escritura: «La escritura que acaba en ella misma no es más que una señal de desprecio».
Si aquélla no es desgarradura de sí en dirección a lo otro en el reconocimiento de la separación infinita, si aquélla es un deleitarse consigo misma, placer de escribir por escribir, contentamiento del artista, entonces se autodestruye. Se sincopa en la redondez del huevo y la plenitud de lo Idéntico.
Es verdad que ir hacia lo otro es también negarse y el sentido se aliena en el pasaje de la escritura. La intención se sobrepasa y se aparta de sí para exponerse. «Odio aquello que ha sido pronunciado y donde yo ya no estoy.»
Sin duda también, del mismo modo que el fin de la escritura sobrepasa la escritura, su origen no está todavía en el libro.
El escritor, constructor y guardián del libro, se mantiene en la entrada de la casa.
El escritor es un pasador y su destino tiene siempre una significación liminar. «—¿Quién eres? —El guardián de la casa. — ... ¿Estás en el libro? —Mi sitio está en el umbral.»
Edmond Jabés y la cuestión del libro
Jacques Derrida
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