Ahora
se rompe
la eternidad que me roza.
Vos
entras,
brillante,
por la puerta,
por la puerta,
desde hace siglos que no veo.
Luz,
que puedo reconocer
que puedo reconocer
a
kilómetros de tiempo.
Entras
en paso firme,
en tu
caricia,
esa
ternura que te funda.
Pero
estalla la eternidad
en
otros tiempos:
se
acerca el día, ese instante
en que
somos cotidianos
para
acercarnos al fuego.
Te veo
llegar, radiante,
para hoy,
para siempre.
Acaricio
sin hablar, tu voz,
tu
oración, tu grito insurgente.
Primavera
que abres
desde
el centro
hacia
nosotros.
Feliz día, mamá
Sandra Figueroa