25 nov 2020

Maradona, un crack de la vida

                                                                    por si se carecen de dioses...



Médico de pobres y aborígenes, sin fronteras ni pretensiones. Porque los pingos se ven a la cancha. Con ustedes, un filántropo de raza.

Portador de un apellido que resuena en los oídos del mundo entero, Esteban Laureano Maradona nada tuvo que ver con la pelota y las gambetas. Aunque en el partido de la vida ha sido un verdadero crack. Médico de 10, valiente jugador ante los reveses del tiempo y encarador como pocos. Nunca se escondió, siempre pasó al frente y hasta le fue con los tapones de punta a las adversidades. Alzando la bandera del fair play, y lejos de los flashes, este naturalista, escritor y filántropo fue todo un campeón.

Camino al andar

La historia del pibe comenzó a escribirse un 4 de julio de 1895, día que Esteban asomaba al mundo desde Esperanza, provincia de Santa Fe. Una infancia provista de cantos de pájaros, aromas de flores y melodías de piano en la estancia “Los Aromos” -perteneciente a sus abuelos maternos- harían mella en la memoria y el destino de este amante de la naturaleza. Hijo de Encarnación y el multifacético Waldino (fue coronel, productor rural y hasta político -¡si llegó a ser amigo del mismísimo Sarmiento!-), no podía aguardarle menos que un futuro nómade. Y así fue como su adolescencia lo encontró en Buenos Aires, donde comenzó a estudiar medicina. Ya con el título en mano, su próximo destino sería la ciudad de Resistencia. Allá por 1930, épocas en las que la deposición de Yrigoyen estaba al caer, Esteban decide dejar sus diferencias políticas de lado y salir en defensa de la democracia. ¿Cómo? Dando conferencias en las plazas públicas; hecho por el que comienza a ser perseguido. Y lo fue al punto tal de llegar a la emigración. Tarjeta roja para “el diez”. Sí, Maradona hacía nuevamente su maleta, esta vez, con destino a Paraguay.

Aquí me quedo

Y vaya si lo necesitaron allí, a extramuros del territorio nacional. Esteban actuó como médico en la llamada “Guerra del Chaco”, que protagonizaran Paraguay y Bolivia. Aunque, como bien decía nuestro protagonista, “el dolor no tiene fronteras”; por lo que se dedicó a atender a heridos y víctimas de ambos países. Hecho que suscitó más de un intento para retener a este médico de alma. Sin embargo, la decisión ya estaba tomada. En 1935 Esteban regresaría al país. Sin embargo, a bordo del tren que lo conducía a Tucumán (donde visitaría a uno de sus hermanos para, finalmente, regresar a Buenos Aires junto a su madre), algo capaz de torcer el destino iría a ocurrir. Esteban nunca llegó a destino, ni lo haría en lo inmediato. En un pueblito llamado Estanislao del Campo, una parturienta a punto de morir requirió su atención. Esteban desciende del tren para auxiliarla sabiendo que el próximo pasaría, recién, en tres o cuatro días. Tiempo suficiente para atender a la población del lugar y a gente de campos vecinos. ¡Es que no había médicos en una legua a la redonda! El pedido fue unánime, Esteban debía quedarse allí…y así lo hizo. Se convirtió entonces en el médico de pobres y aborígenes, con quienes logró atravesar fronteras inimaginables. ¿Cómo imaginar, acaso, que la ciencia podía desplazar a la sabiduría de sus legendarios curanderos? Pero no había frontera que este gran hombre no atravesara. Incluso, las de su propio rol: además de prestar servicio médico, Maradona brindó asistencia económica, cultural y social. Filantropía pura, aquella por la que echó raíces en dicho suelo durante 51 años.

Manos a la obra

Tiempo suficiente fue aquel para hacer de las suyas. Y vaya si fueron unas cuantas: Esteban funda entonces la colonia aborigen «Juan Bautista Alberdi», en la que enseñó a cultivar algodón, cocer ladrillos y hasta construir. Así fue como hizo levantar una escuela, aquella en la que oficiara de maestro por tres años ¡Y todo a costo cero! Incluso, llegó a invertir su propio dinero para comprar arados y semillas. Mientras tanto, este incansable crack investigaba la geografía y la fauna del lugar. ¡Nada andar con medias bajas a mitad de partido! Ese al que todavía le quedaba mucho andar. Aunque pronto empezarían a llegar los merecidos trofeos: en 1981 recibe el premio al Médico Rural Latinoamericano, y su nombre comienza a aparecer en los titulares. Así como la vida rústica y modesta que aún existía en algunos rincones del país. Claro que a este Maradona con guardapolvos nunca le interesó llevarse los laureles: “Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, este es bien limitado. Yo no he hecho más que cumplir con el clásico juramento hipocrático de hacer el bien a mis semejantes.»

Tiempo suplementario

Cuando todos piden la hora, nuestro Maradona seguía firme en el verde césped. A los 91 años, ya enfermo, un sobrino se ocupa de trasladarlo a Rosario, donde él vivía junto a su familia. ¡Y nada de clínicas privadas! Esteban fue derechito al Hospital Provincial por estricto pedido propio. Quería estar allí, “donde va la gente pobre”. Superado aquel trance, se instala con su sobrino y comienza, entonces, a escribir su final. Rebozando lucidez, estudió historia y medicina con sus sobrinas nietas. Sólo se detuvo cuando su vejez así lo quiso. Porque de anciano, nomás, murió Esteban, con la misma simpleza con la que vivió su vida. A pase limpio, sin esos lujos ni “chiches” con los que se engolosina todo jugador. El réferi pitó el final; y lo hizo un 14 de enero de 1995, a pocos meses de que el crack cumpliera 100 años. Esos que serían casi una anécdota: Esteban Laureano Maradona no precisó ser centenario; con sus 99 y moneda, ya sería una leyenda.



https://pulperiaquilapan.com/esteban-laureano-maradona-un-crack-de-la-vida/

24 nov 2020

de Mujeres, de flamenco, qué va...



                                              Carmela de Jerez. "Ay pena, penita, pena" y "A tu vera" 


 

Ultimos días





Son los últimos días de la herida.


¿Ves cómo cierra el margen,
la estrechez, el nacimiento?
Va hacia allí, regresa,
inscripción en la piedra.

¿Ves cómo altera el espacio?
¿Cómo atesora?


Algo del destierro habla sin temblar
-aquellas voces -
por eso para plantarnos
debíamos sembrar,
que no quede silencio sin sembrar.





Sandra Figueroa



11 nov 2020

Te dije




Te dije que no nombraras suficiente sombra.
Ahora ha oscurecido y no encontramos
dónde quedó la llave de la luz.


Te dije que era peligroso si llovía
y un aguacero nos cubriría de diluvios por tu culpa.
Te lo dije pero no hacés caso.
Ahora vendrán a buscarnos.


Con armas y fusiles tal vez se pueda ametrallar la palabra
hasta pulverizarla en su unidad de furia.
¡Y vos que dale! ¿ No ves que así no adelantamos?
¿No ves que el barro alcanza ahora nuestros zapatos
y no podremos salir de su simiente de lobo?


Es claro, muy claro.
El siglo nos sobrecoge despiadadamente
y ya todo lo hemos dicho.


                      Temblar;
                       leve transcurso
                       una hoja
                       cayendo hacia el vacío.





Sandra Figueroa

Tintinabulación - Arvo Pärt



"Uno debe purificar el alma hasta que empieza a sonar. Un compositor es al mismo tiempo un instrumento musical y la persona que ejecuta ese instrumento. El instrumento debe estar en orden para producir sonido. Uno debe empezar la música con esa nota. A través de la música el compositor puede ver en qué nota está entonado su instrumento. Dios teje al ser humano en el vientre de su madre lenta y sabiamente. El arte debe nacer de la misma manera.
Ser como un mendigo en lo que respecta a la música: lo que sea, cuando sea, de la forma que sea que Dios lo dé. No debemos afligirnos porque escribimos poco o pobremente, debemos afligirnos porque rezamos poco o pobremente o vivimos de forma equivocada. El criterio debe ser siempre la humildad. La música es mi amiga, siempre comprensiva, compasiva, bondadosa, "el Confortador", el pañuelo para secar mis lágrimas de tristeza y la fuente de mis lágrimas de alegría, mi vuelo y liberación. Y es también la dolorosa espina en mi carne y corazón. "

Galardonado el pasado 31 de marzo con el XII Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Música y Ópera, Arvo Pärt es uno de los compositores vivos más interpretados del mundo. Formado en la URSS, su música pasó del obligado realismo socialista de sus inicios al serialismo, pero en los años 70 viró radicalmente. Pärt se hizo minimalista, empezó a utilizar recursos de la música medieval y renacentista y desarrolló un método de composición propio al que llamó tintinabulación en alusión al tintinnabulum, las campanillas que hacia sonar el viento en las casas y jardines de la antigua Roma como conjuro contra los malos espíritus.

Para Pärt es algo más que un método compositivo, "es la región que recorro en busca de respuestas (en mi vida, en mi música, en mi trabajo) [...] Estoy ahí sólo con el silencio. He descubierto que me basta que una sola nota sea tocada con belleza. Esta nota, o este tiempo de silencio, me reconforta. Trabajo con muy pocos elementos: con el acorde perfecto, con una tonalidad específica. Las tres notas del acorde perfecto suenan como campanas. Y por eso lo llamo tintinabulación".

Fue exiliado por el régimen soviético, que consideró una amenaza su espiritualidad y su innovación compositiva. Regresó a Estonia en 2010.

El estreno de Tabula rasa volvió a ser un acontecimiento, esta vez en Tallin, que le abrió las puertas a un amplio reconocimiento internacional. Su creciente influencia y acogida por el público, su voz artística altamente individual y su religiosidad fueron vistos por el régimen soviético como una amenaza. Los intentos de injerencia del régimen llevaron a Pärt a expresar públicamente su desacuerdo. Fue detenido en el aeropuerto de Moscú por disidente, los medios comenzaron a tildarle de “traidor a la patria” y, finalmente, las autoridades soviéticas le recomendaron salir de Estonia.

Se exilió con su familia en enero de 1980, primero a Viena y posteriormente a Berlín, donde vivió durante casi treinta años, mientras en Estonia se prohibían las interpretaciones en directo de sus obras.

Estonia recuperó su independencia en 1991, y Pärt restauró su relación con el país, tanto personal como artísticamente. Su música se volvió a interpretar con regularidad y los lugares en los que vivió en su juventud le ofrecen habitualmente homenajes el día de su cumpleaños. En 2010, Pärt regresó definitivamente a Estonia, donde vive desde entonces.

 Spiegel im Spiegel (1978) El título, Espejo en el espejo, refiere a un espejo infinito, la repetición intermimable que podemos apreciar en la estructura de la pieza. Este año, se estrenará The Lost Paradise, un documental sobre el compositor. 



8 nov 2020

María Berasarte, Ara Malikian y José Luis Montón



Lleva la Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.

La Tarara, sí;
la tarara, no;
la Tarara, niña,
que la he visto yo.

Federico G. Lorca 


                                               Ara Malikian Symphonic. Pisando flores

Seis poemas errantes

 

I


Tal vez no sepa gran cosa
de las vastas hojas balanceadas
o del horizonte arrebatado de la noche.
¿Me oyes, padre, sombra o misterio?
¿Éste asteroide, de dónde viene?
¿De qué cielo de hidrógeno?
Y los silicatos ¿Qué migraciones buscan
 en un mar de espejismo?
¿Y la luz que sube
desde la melancolía y la lluvia?
¿Y mi nombre, mis ojos o mis manos
a qué espacio o cosmos regresan?
¿A cuál nada solitaria, a qué barca?
 
  
  
II
 
 
Sólo mi voz recoge el aire
dejando un mundo que acosa y huye.
En la galaxia mi silencio,
el retiramiento, la oscuridad lenta,
pequeños talismanes, laberintos,
la imagen de antiguos cuartos,
los caballos criollos de unos gauchos,
aquella fina arenilla de una playa del sur,
beatitud del grillo, sutilísimo,
desabrimiento, luz mutable,
breve rosa del sueño.
¿De qué vale el poema o la estrella
que ascienden con denuedo
si el Destino ha de golpear mi rostro?
 
 
 
III
 
Heme aquí, ante un presagio
como un pájaro cárdeno,
en el cielo de una aldea del mundo.
Lo he visto en la mirada de una mujer,
en un mediodía al caminar por el parque
acompañando la desnudez áspera del viento.
Lo he atisbado en un bazar de Barracas al Sur
entre violines y fonógrafos.
Somos parte de una clepsidra
que suelta transparencia y ocio,
la intimidad vulnerada en un follaje.
Miro los astros desde un rumor oceánico,
el amanecer de  dioses persistentes
en la ceremonia del asombro.
 
 
IV
 
 
La fugacidad toca el alba
junto a la brisa de relojes nocturnos.
Amigos, hay un temblor
de hilos en esta ebriedad de brújulas,
cierta insularidad que callamos,
momentos íntimos que parecen eternos.
Y no, tampoco es eso.
Es un leve temblor, una lámpara
temblorosa, frágil, sin alas.
O cierta mitología de la Plaza Rodríguez Peña.
¿Qué tiempo hemos descuidado,
qué soledad, qué escrupuloso julio?               
Es un hálito de la vigilia,
apenas un latido que pasa.
Y no llegamos a verlo
en la desnudez que nos sorprende.
 
 
 
V
 
 
¿Qué harás de ti, ahora,
en esta lejanía que empuja la intemperie?
A veces creo que es un sueño
de las soledades, de la luna que abandona
el desvelo por tanta inmensidad
en el fulgor de una llanura.
Sé de guerras,  de mutilaciones.
Y de horrores, vejámenes, exilios.
Sé de amantes, de cartas, de viajes.
Es cuando intento escribir
desde el vaho de la umbría
la leyenda apartada de la infancia.
Abierto, distraído, ausente.
Como un vagabundo
en una noche de verano, levísima.
 
 
 VI
 
 
Las campanas del monasterio
invocan una belleza irrecuperable.
Ensordecen el manantial, el bosque.
Entonces descubrimos a la hembra
en gracia celeste, rodeada de otoño,
de claridad suspendida, anhelante.
¿Me oyes, madre, desde tu delicadeza?
 ¿Qué espero, de verdad?
¿Cómo es el hambre, el lúmpen,
el desandar de la pobreza en la ciudad?
¿Qué desasimiento o devoción
penetra la sombra del ocaso?
Es cuando anhelo ciertas tardes,
los baldosones rojos, esta biblioteca.
Y permanezco en el umbral, despojado.
 
 

Carlos Penelas   
Buenos Aires, noviembre de 2020



--
www.carlospenelas.com

1 nov 2020

Escribo



Me voy callando en término
así lo dije
un día bajo el agua.

Ahogada era,
sobreviviente en temporales:
remolino
entre las hojas,
heladas mañanas,
blanca nieve del Sur
blanco el pueblo,
piecitos danzando
sobre la nieve;
los pinos floreciendo,
verdísimos,
sobre la nieve
amanecida.


Así era en un tiempo lejano.
Mis ojos viajan aún
por esas calles
en la misma
mirada.

**

Siento que estoy escribiendo
el libro todavía .
No dejo de escribir:
me escribe.
Vienen los poemas,
de lejos vienen,
interpelan
llaman a mi puerta,
silenciosos, despiadados,
no dan tregua:
se instalan libres
sobre el blanco.

Es urgente,
aún debo escribir
el poema.

**


No sé si hay lector.
No sé quién es lector.
¿Acaso hay lector?

Escribo contra mi alma,
extraigo las palabras
como el agua de un pozo oscuro,
sobrevienen como el cubo
que las eleva
y las trae a la superficie luminosa.

Ellas vienen, dóciles,
se dejan escribir:
se apoyan pequeñitas
contra la hoja,
entre mi alma
y mi alma.

Escribo,
sinceramente,
hacia el futuro ignorado.
No sé si alguien leerá,
no sé quién leerá,
quizá sea nadie,
y no tiene importancia.


Yo escribo.






Sandra Figueroa