SOBRE LO POÉTICO
“La semilla del pensar de milenios recojo aquí/ de los griegos arcaicos y antes/ desde las hondas cavernas pintadas/ a golpe de antorchas en el fondo del tiempo:/ Lascaux, Altamira/ pues nada de esto es mío, no me pertenece. / Porque voy de la noche a la noche, /y pude intuir apenas en cada poema, / en cada verso, la sombra esquiva/ el inaudito límite/ de las formas eternas.”
AD
I
La poesía oscila entre el llano desolado de la falta y el gesto de melancolía. Y en cada segmento de arco del péndulo, acechando, la locura, frente a un mundo demasiado cuerdo.
II
La poesía jamás es mostrenca, sino una sutil y borrosa dama velada, entrevista en el delirio de la fiebre, siempre al otro lado de la vida.
III.
Ella es como la flecha del Arquero que nunca dispara. Así en la antigua parábola budista, y su eco en cierto sublime poema de Enckell.
IV.
Es la huella rumbo al mar de unas sandalias de Lidia que reflejaron un día nefasto los ojos de Safo. Y Castoriadis y Tate siglos y siglos después, soñando quizás en aquellos ojos de Safo, en la ignota voz de la Musa.
V.
Es, por supuesto, siempre el rosado extremo del pie delicado de Eurídice -la parte por el todo, en su eterno hundirse en la Sombra-
VI.
Es -nuevamente -, el dolor que petrifica el umbral -Heidegger sobre Trakl - El incesto con las palabras, la violación de la ley de los dioses. Y su castigo es, tras el silencio al fin del poema
VII.
Es el poso impalpable que queda después de una traducción, lo que deja fuera para siempre la lengua materna. Lítost.
VIII.
Y todo lo demás es literatura.
Alejandro Drewes
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