25 abr 2019

GILLES DELEUZE - Abecedario - E - Infancia [enfance]

Fragmento


Gilles Deleuze:
Pero la idea misma de hablar de mi infancia me parece, por una parte, no sólo porque no tiene ningún interés, sino porque, ¡es lo contrario de toda literatura, vaya! Es lo contrario, si me permites, he estado leyendo... Ya he leído esto mil veces, lo que digo lo ha dicho todo el mundo, todos los escritores lo han dicho siempre, pero doy con un libro que no conocía –cada uno tiene sus agujeros, ¿no?–; se trata de un gran poeta ruso, Mandelstam. Bueno, lo estuve leyendo ayer, justamente, pensando que...

Claire Parnet:
Tiene un nombre muy hermoso, podrías decir el nombre.

Gilles Deleuze:
Ossip, sí, se llama Ossip. En esta frase dice –tengo equivalencias, es un tipo de frase que me conmueve. Y es ése, vaya, el papel de un profe: comunicar un texto, hacer amar un texto a unos chavales... Lo que Halbwachs hizo para mí. Bien.. él dice: «Hay algo que, no obstante, no comprendo», –no cito exactamente, se trata de los escritores...–, «nunca he podido entender a gente como Tolstoi; incluso Tolstoi, enamorado de los archivos familiares, con sus epopeyas de recuerdos domésticos». Ahí la cosa empieza a ponerse seria. «Lo repito: mi memoria no es de amor, sino de hostilidad, y no trabaja para reproducir, sino para descartar el pasado. Para un intelectual de origen mediocre», como él, «la memoria es inútil. No tiene más que hablar de los libros que ha leído y ya tiene hecha su biografía». Como yo con Halbwachs, en fin...

No comprende, no comprende que un hombre como Tolstoi esté enamorado de los archivos familiares, y prosigue: «Lo repito: mi memoria no es de amor, sino de hostilidad; y no trabaja para reproducir sino para descartar el pasado. Para un intelectual de origen mediocre, la memoria es inútil. No tiene más que hablar de los libros que ha leído y ya tiene hecha su biografía. Mientras que, en las generaciones felices, la epopeya habla en hexámetros y en crónicas, en mi caso hay un signo de oquedad, y entre mí y el siglo yace un abismo, una zanja llena del tiempo que murmura. ¿Qué quería decir mi familia? No lo sé. Era tartamuda de nacimiento y, no obstante, tenía algo que decir. Sobre mí y sobre muchos de mis contemporáneos pesa el tartamudeo de nacimiento. Aprendimos, no a hablar, sino a balbucear, y sólo prestando el oído al ruido creciente del siglo y una vez blanqueados por la espuma de su cresta pudimos adquirir una lengua». Bueno, no sé, para mí esto quiere decir –¿qué quiere decir verdaderamente? Escribir es dar fe de la vida. Es dar fe de la vida, y por ende por, en el sentido en el que decíamos por los animales que mueren. Es tartamudear en la lengua. Hacer literatura, echar mano de la infancia, es la típica forma de hacer de la literatura el pequeño asunto privado de uno. Es algo que te revuelve las tripas, es de veras la literatura de Prisunic, de bazar, son los best-sellers, es una verdadera mierda. Si uno no empuja el lenguaje hasta el punto en el que empieza a tartamudear –porque no es fácil, no basta con tartamudear así: «bé-bé-bé». Si uno no llega hasta ese punto, entonces, tal vez en la literatura, al igual que en... a fuerza de empujar el lenguaje hasta un límite, haya un devenir animal del lenguaje mismo, y del escritor, haya también un devenir niño, pero no se trata de su infancia. Deviene niño, sí, pero no se trata de su infancia, ya no se trata de la infancia de nadie: se trata de la infancia del mundo, la infancia de un mundo. Entonces, los que se interesan por su infancia, que se vayan a paseo, y luego que continúen, está muy bien: harán literatura que merecen. Si hay alguien que no está interesado en su infancia, ése es Proust, por ejemplo. En fin, las tareas del escritor no consisten en rebuscar en los archivos familiares, no consisten en interesarse por su infancia: nadie se interesa, nadie digno de cualquier cosa se interesa por su infancia. Ésa es otra tarea: devenir niño mediante la escritura, ir hacia una infancia del mundo, restaurar una infancia del mundo, ésa es una tarea, son las tareas de la literatura.

Claire Parnet:
¿O el niño nietzscheano?

Gilles Deleuze:
El niño, bueno, Nietzsche lo saía, pero Mandelstam también lo sabía: todos lo saben, todos los escritores lo saben.

Claire Parnet:
Entonces, por qué...

Gilles Deleuze:
... se trata de devenir, insisto, si no logro encontrar otra fórmula que ésta: escribir es de hecho devenir, pero no es devenir ni escritor ni el propio memorialista, no. Y no porque haya tenido una historia de amor tengo que hacer de ella una novela, sino que es inmundo pensar las cosas así. No sólo es mediocre: es inmundo, vaya.


Entrevista completa
http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2009/08/gilles-deleuze-abecedario-e-f-g.html



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