Nieve ha caído, sin luz. Una luna
hace ya o dos que el otoño bajo el hábito de monje
mensaje me trajo también a mí, una hoja de las laderas ucranianas:
«Piensa que también es invierno aquí por milésima vez ahora
en la tierra donde la más ancha corriente fluye:
la sangre celestial de Jacob, bendita por hachas...
Oh hielo de arrebol no terrenal - vadea su Hetmán con todo
el séquito en los soles lejanos... niño, ay un paño,
para envolverme dentro cuando destellen los yelmos,
cuando
el témpano, el rosado estalle, cuando nevoso espolvoree el esqueleto
de tu padre, bajo los cascos se destroce
el canto de los cedros....
Un paño, un pañito sólo, chico, que yo guardo
ahora cuando aprendes a llorar a mi lado
la angostura del mundo que nunca verdea, niño mío, para tu niña».
Me sangró, madre, el otoño, me quemó la nieve:
busqué mi corazón para que llore, encontré el aliento, ay, del verano,
era como tú.
Se me vino la lágrima. Tejí el pañuelo.
Paul Celán
No hay comentarios.:
Publicar un comentario