Una corona fue trenzada con el follaje negruzco en la región de Akra:
de allí arranqué sobre el caballo azabache en giro y arremetí contra la muerte con la espada.
También bebí en cuencos de madera las cenizas de las fuentes de Akra
y fui, con la visera abajo, a toda carga contra los escombros de los cielos.
Porque muertos están los ángeles y ciego quedó el Señor en la región de Akra,
Y no queda nadie, que me socorra en el sueño de los que aquí reposan.
La luna fue resquebrajada en pedazos, la pequeña flor de la región de Akra:
tan floreciente, semejante a las espinas, las manos con anillos oxidados.
Así que al final debo inclinarme para el beso cuando rezan en Akra…
¡Oh maligna cota de maya de la noche, la sangre se filtra por sus argollas!
Me convertí entonces en su hermano sonriente, el querubín de hierro de Akra.
Así pronuncio el nombre todavía y todavía siento el fuego en las mejillas.
Paul Celán
fotografias y texto https://circulodepoesia.com/
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