Imaizumi Hidetaka |
Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre. No sé dónde nací. Lo primero que recuerdo es que estaba en un lugar umbrío y húmedo, donde me pasaba el día maullando sin parar. Fue en ese oscuro lugar donde por primera vez tuve ocasión de poner mis ojos sobre un espécimen de la raza humana.
...Viviendo como vivo entre humanos, he de decir que cuánto más los observo más obligado me siento a constatar su egoísmo.Eso es cierto especialmente en lo que se refiere a esas niñas maléficas con las que duermo. Cuando se les antoja, me ponen cabeza abajo, me tapan la cara con una bolsa de papel, me lanzan por ahí y a veces me encierran en el fogón de la cocina. Pero como sea a mí a quien se le ocurra hacer una travesura, por pequeña que esta sea, no duden que la casa entera se unirá para perseguirme por todas partes hasta darme caza.
...La señorita Shirokun, la gata blanca que vive enfrente y a quien tanto admiro e idolatro, suele decirme cada vez que nos vemos que no hay criatura viviente tan despiadada como el ser humano.El otro día, sin ir más lejos, dio a luz a cuatro preciosos gatitos. Pero no habían pasado ni tres días cuando el shosehei de su casa los agarró a todos y los tiró al estanque que había al lado de su casa. Shirokun me narró toda la escena entre lágrimas, y me aseguró que si queríamos aspirar a disfrutar de algo de vida familiar, era imprescindible que nosotros, los felinos, entabláramos una guerra total y sin cuartel contra los humanos. Nuestra única alternativa era exterminarlos, acabar con ellos y con su raza entera, así de sencillo. Me pareció una propuesta bastante razonable a la luz de los acontecimientos.
...Si hay algo que odio en los humanos es que tiendan a crecerse en virtud de su extremada tendencia a la autocomplacencia, confiados como están en su fuerza bruta. A menos que aparezcan sobre la tierra unas criaturas más poderosas y crueles que ellos, no podremos saber hasta dónde podrán estirar, y estirar, y estirar su estúpida presunción antes de que se les rompa.
...No hay nada más difícil que intentar comprender lo que pasa por la mente de los seres humanos. El estado mental del maestro dista mucho de ser claro en estos momentos. ¿Está enfadado, está alegre, o es que busca consuelo en algún filósofo muerto? No podría decir si se burla de todo el mundo, o si anhela ser aceptado en su frívola compañía; si se pone furioso por alguna insignificancia, o se distancia de las cosas mundanas. Si nos comparamos con tales complejidades los gatos somos tremendamente simples. Si queremos comer, comemos; si queremos dormir, dormimos. Cuando estamos furiosos, nos enfurecemos de verdad. Cuando maullamos, lo hacemos con toda la desesperación de la que somos capaces en nuestra aflicción. Por eso nunca escribimos nada en un diario. No tiene sentido. No hay duda de que los humanos como el maestro, con dos caras bien diferenciadas, se creen en la necesidad de llevar diarios con el fin de mostrar un carácter que frecuentemente ocultan al resto del mundo. Pero entre los gatos nuestras cuatro ocupaciones principales, a saber, caminar, sentarnos, permanecer en pie o tumbarnos, así como la más ocasional de evacuar, se hacen de un modo abierto. Nuestros diarios los vivimos y, en consecuencia, no tenemos necesidad de mantener un registro paralelo con el objetivo de mostrar nuestro verdadero carácter. Si tuviera que dedicar tiempo a escribir un diario, preferiría dormir en la galería.
...Aunque los seres humanos atestan con su presencia cada rincón de la Tierra, no existen dos con la misma cara. Los elementos constituyentes de esas caras son fijos: dos ojos, dos orejas, una nariz, una boca. (…) a pesar de que las miríadas de las caras humanas sobre el planeta están construidas con el mismo material básico, el resultado final es de una infinita variedad.La reacción de la raza humana no es solo la de maravillarse ante la apariencia individual de cada uno de sus individuos,sino también la de admirar la increíble capacidad del Creador que, utilizando unos pocos materiales simples y uniformes, ha logrado producir una enorme cantidad de variantes, todas diferentes. (…) Es algo imposible de alcanzar para los pobres humanos, seres limitados, y es lógico que admiren ese proceso como un rasgo de divinidad atribuida a la omnipotencia del Creador.De ahí nace su interminable admiración por Dios. (…)
(fragmentos)
Natsume Soseki.
(Japón 1867 – Japón 1916)
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