La tarde se vuelve noche,
la noche diamante.
la noche diamante.
Yo me siento culpable
de esta felicidad casi oriental,
de esta paz inusitada y efímera.
Acontece:
el cielo se puebla de estrellas
que ahora me pertenecen,
caben como si fuera un puño
en mis manos y mis ojos.
Entran en el metro cuadrado de la terraza,
pueblan brillantes los techos de la casa,
se extienden por cielos lejanos.
La noche se vuelve diamante.
Pensaba en las Pléyades que desconozco,
en carros tirados por tigres,
en las constelaciones,
en las lluvias solares,
en el viejo Dionisio
entrando en la ciudad
con su carro tirado por tigres,
en el destino de la poesía.
Sandra Figueroa
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