Y Monelle dijo: Te hablaré de la destrucción.
Esa es la palabra: Destruye, destruye, destruye. Destruye en ti mismo y a tu alrededor.
Haz lugar para tu alma y para las otras almas.
Destruye todo bien y todo mal. Los escombros son semejantes.
Destruye los antiguos domicilios de hombres y los antiguos domicilios de almas;
las cosas muertas son espejos que deforman.
Destruye, porque toda creación procede de la destrucción.
Y para la bondad superior hay que aniquilar la bondad inferior.
Y así el nuevo bien se presenta saturado de mal.
Y para imaginar un nuevo arte, hay que quebrantar el arte antiguo.
Y así el arte nuevo parece una suerte de iconoclastia.
Porque toda construcción está hecha de vestigios, y en este mundo no hay nada
nuevo excepto las formas.
Y Monelle dijo: Te hablaré de la formación.
El deseo mismo de lo nuevo no es sino la ambición del alma que anhela formarse.
Y las almas rechazan las formas antiguas, lo mismo que las serpientes su antigua piel.
Y los pacientes recolectores de viejas pieles de serpiente afligen a las jóvenes serpientes
porque poseen un poder mágico sobre ellas.
Porque aquel que detenta las antiguas pieles de serpiente impide a las jóvenes
serpientes transformarse.
Es por eso que las serpientes desollan sus cuerpos en el verde socavón de una profunda espesura;
y una vez al año se reúnen las jóvenes en círculo y queman las viejas pieles.
Parécete, pues, a las estaciones destructoras y formadoras.
Construye tú mismo tu casa y quémala tú mismo.
No arrojes escombros a tus espaldas; que cada uno se valga de sus propios despojos.
No construyas jamás en la noche pasada. Deja que tus edificios escapen a la deriva.
Contempla nuevos edificios en los más mínimos impulsos de tu alma.
Para todo deseo nuevo, engendra dioses nuevos.
Marcel Schwob
Palabras de Monelle.
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